BENIGNO SÁINZ LÓPEZ

Participó en la fundación del Estadio Español de Las Condes y en varias instituciones de la colectividad. En todos los ámbitos, destacó por su sentido humanitario y generosidad

Por Juan Antonio García-Cuerdas

Al suroriente de la provincia de Burgos y enclavada en la denominada Sierra de la Demanda, se encuentra Vallejimeno. Es una pequeña localidad, situada en una dehesa, a poco más de mil metros de altura, rodeada por una abrupta geografía montañosa que conoció mejores épocas en siglos pasados con la lucrativa crianza de ovejas merinas.

En dicho lugar, en el hogar de José Sáinz y Segunda López reinaba la alegría el 28 de junio de 1908 cuando nació el quinto y último de sus hijos, que venía a incrementar la familia y la escasa población local. El nombre sería Benigno, el del santo de ese día. Y para quienes creen que el nombre es un rasgo de identidad de quien lo porta, no era inocuo bautizar a un niño así. Benigno se iría apropiando de este nombre, y a la vez adjetivo calificativo, sinónimo de bondadoso, generoso y humanitario.

Las duras tareas cotidianas de cultivo de las huertas familiares, el inminente llamado a la “mili” y las pocas expectativas que presentaba Vallejimeno para un joven como él, quedaron atrás cuando el año 1926 recibió la llamada de su hermano mayor Fernando, que desde 1911 se encontraba en Santiago de Chile. Había logrado establecerse como comerciante en el sector de Estación Central y necesitaba una persona de confianza que le apoyase en sus negocios. La suerte estaba echada, Benigno, de 18 años, debía partir. Sin amilanarse aceptó el desafío. Tras cuatro semanas de travesía llegó a la bulliciosa Estación Mapocho, donde logró reconocer entre el gentío a Fernando por el parecido con una de sus hermanas.

El aprendizaje del oficio fue fatigoso, las jornadas eran largas. Cuando había posibilidad, se acercaba al frontón del Estadio Santa Laura, afición que había adquirido de niño cuando con otros jóvenes de Vallejimeno usaban la pared posterior de la iglesia para esta práctica.

Pero Benigno sabía lo que quería, su rumbo apuntaba a independizarse, estableciendo su propio comercio, y estaba dispuesto a colocar todo su tiempo, esfuerzo y ahorro. Dos décadas después lo había logrado y era el propietario, junto a su hermano, de los almacenes y fábrica de colchones y somieres El Sur, en calle San Diego. De ahí en adelante tendría más tiempo para desplegar su vocación humanitaria, que desarrollaría sin intermitencias hasta avanzada edad. En 1946, Benigno ya figuraba entre el grupo de dirigentes que firmaron el Acta de fundación del Estadio Español, y al inaugurarse en 1950 formaba parte del primer directorio de la institución.

Pocos años después se involucró además en el desarrollo de la Sección Frontón, con el propósito de mejorar la infraestructura para la práctica de la pelota vasca. De esta sección fue su presidente y un activo deportista hasta la tercera edad, concurriendo a varios campeonatos mundiales como dirigente y entrenador.

Pero sus afanes filantrópicos en favor de la colonia no se quedaron sólo en el Estadio Español, se extendieron también a la Colectividad Burgalesa, de la que fue diligente miembro de su directorio y colaborador hasta su fusión con la Colectividad Castellano-Leonesa, en 1994. Asimismo, entre las décadas de 1960 y 1980, participó activamente en el directorio de la Sociedad Española de Socorros Mutuos y Beneficencia, ocupando el cargo de tesorero e integrando varias de las comisiones internas. El Hogar Español también supo de su ayuda. Recordadas son las travesías en su camioneta por San Diego y calles cercanas, junto a la madre Espíritu, recogiendo donaciones de los comerciantes españoles de la zona.

Benigno era un español de tomo y lomo, que bregaba por el bienestar de sus compatriotas. Nunca se escuchó un mal comentario sobre él; se destacaba su comportamiento intachable, dedicación a la colonia y su honorabilidad comercial. Sus clientes lo apreciaban sinceramente. Sentían que sus colchones durarían toda la vida y quedarían para la siguiente generación, porque Benigno fabricaba cada uno como si fuesen para su propio uso. También cultivó grandes amistades y afectos en el Estadio Español a lo largo de su vida. Su trayectoria como dirigente fue reconocida por el gobierno español, cuando se le otorgó la condecoración de la Orden de Isabel la Católica en justo reconocimiento a sus méritos.

En el plano personal, se casó el 22 de abril de 1959 con Esperanza Cambil Escobar, hija de andaluces, con quien tuvo dos hijos, Mónica y Fernando. La llegada de los nietos –Lucas y Sofía, además de Martín, al que no conoció– fueron parte de sus grandes alegrías, luego de dejar los negocios el año 1986.

Tras una larga y fructífera vida, y con la satisfacción de sentir que había cumplido con su misión en este mundo, se fue de manera discreta, como había sido él, sin sufrimientos ni enfermedad, cerrando sus ojos en la paz del Señor el domingo 8 de marzo de 1998.

Publicado enRevista Estadio Español nº 12 (Mayo, 2016): pág. 2. Editada por Estadio Español de Las Condes.

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MIGUEL PASCUAL SOTO

Su paso por las dependencias de Nevería no fue en vano. La fructífera labor realizada en la institución durante décadas –como tesorero y vicepresidente, entre otras– le valió ser nombrado por el Directorio de la época como Socio Benefactor, en abril de 2014. Se reconocía así su intenso y continuo trabajo en directivas, obras sociales y especialmente benéficas, que fueron su motor central

Por Juan Antonio García-Cuerdas

Miguel Ángel Pascual Soto –que ingresó como socio del Estadio Español a los 14 años de edad, en febrero de 1957– nació en la ciudad de Logroño, en la Comunidad Autónoma de La Rioja, en 1943. Junto a sus padres -Blas Pascual Amestoy y Rosalía Soto Carrillo- y sus hermanos Antonio y Carlos, se radicó en Chile siendo un niño. En los Hermanos Maristas de Santiago finalizó sus estudios secundarios y posteriormente efectuó cursos de corte, confección y sastrería tanto en Chile como en España, lo que le permitiría más adelante dedicarse al comercio. Eligió entonces abrir un taller para fabricar vestuario de niños, adultos y colegiales, actividad a la que se dedicó durante varias décadas. Paralelamente a los inicios de su desarrollo empresarial, formó una familia con Rosé Díaz Auré. Fruto de esa unión fueron sus dos hijos, Miguel y María Victoria. Sin embargo, cuando solo tenía 27 años de edad, enviudó en forma prematura. Tras superar ese doloroso trance, viajó a España, donde se casó con la logroñesa María del Carmen López-Echazarreta Gil, con quien tuvo a su hijo menor, Ignacio.

Su paso por las instituciones de la colectividad española fue muy destacado. La Sociedad Benéfica La Rioja fue su principal desvelo desde 1972 y a lo largo de 28 años. En ella ocupó diversos cargos de responsabilidad hasta culminar –en 2000– ejerciendo la presidencia durante cinco años. En esa institución no solo realizó una tarea directiva, sino también una abnegada labor social de visita y acompañamiento a riojanos en situaciones aflictivas. Allí desplegaba permanentemente todo su humanismo y bondad. Asimismo, fue miembro del directorio de la Sociedad Española de Socorros Mutuos, y participó por años en cargos del Directorio del Estadio Español.

Como sus hijos buscaron su desarrollo profesional fuera de Chile, Miguel Pascual decidió retornar en 2008 junto con su esposa a su querido Logroño y radicarse definitivamente allá. Así estaría más cerca de sus hermanos y de su madre, que ya lo habían precedido en años anteriores. No obstante, no se olvidaba de Chile y solía visitar esta tierra durante breves períodos vacacionales. En esas ocasiones, era habitual verlo a diario en el casino del Estadio saludando y departiendo con sus amigos.

A los 71 años, el 14 de enero de 2015, Miguel Pascual falleció, dejando el recuerdo de su vibrante españolismo, de su carácter altruista y de su amistad entrañable y sencilla.

Publicado enRevista Estadio Español nº 11 (Diciembre, 2015): pág. 2. Editada por Estadio Español de Las Condes.

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RECORDANDO A DOÑA MARGARITA FERRER DE FERRER. FUNDADORA DEL HOGAR ESPAÑOL DE SANTIAGO EN 1916

Por Juan Antonio García-Cuerdas

Desde inicios del siglo XX, un entramado de instituciones –sociales, deportivas, culturales, benéficas, regionales y otras– se fue tejiendo entre los inmigrantes españoles afincados en Chile, con el fin de crear espacios de encuentro, al alero de la común nostalgia por su patria, su gente y sus costumbres. En este proceso, que duró décadas y cuyos resultados aún perduran, llama la atención la históricamente escasa presencia de mujeres en los cuerpos directivos de estas instituciones filantrópicas, situación que ha ido cambiando con los años.

El Hogar Español de Santiago –próximo a celebrar su centenario en 2016– y su fundadora, Margarita Ferrer de Ferrer , constituyen una notable excepción en este panorama.

Nacida en 1883 en la localidad de Inca (Mallorca), se casó en 1904 con Antonio Ferrer Estrany, (Inca, 1883-Viña del Mar, 1953), quien llegaría a ser propietario de una importante fábrica de zapatos ubicada en la Avenida Matta de Santiago. Tuvieron tres hijos: Guillermo, Jaime y Antonio.

A inicios del año 1916, ella vislumbró las tragedias que vivían algunos hijos de familias inmigrantes españolas, cuando alguno de los progenitores fallecía, o bien, cuando la familia caía en la indigencia. No existían ayudas sociales del estado chileno y, en el mejor de los casos, la colectividad intervenía a través de la Sociedad Española de Beneficencia, con una exigua mesada temporal. La situación de abandono y marginalidad en que quedaban los menores terminaba en un drama.

Discurrió entonces, en la necesidad de crear una institución que pudiese cobijarlos. Fue así como el 27 de julio de 1916 logró reunir en los salones del Círculo Español a quince compatriotas, con la finalidad de crear una asociación. Un mes después, el 27 de agosto, se celebró una primera Junta General con la presencia de treinta mujeres que dieron vida a la nueva entidad y designaron a su primer directorio que quedó presidido por Margarita Ferrer de Ferrer y compuesto de un total de nueve directoras. Quedó establecido que se creaba “con el principal objeto de fundar un Hogar Infantil Español, para los hijos de españoles indigentes, y a fin de proporcionarles un ambiente sano para su bienestar personal y para que más tarde puedan ser un elemento útil a sus padres y a la sociedad en general”.

Desde la fundación, ocuparon diversas casas en arriendo o propiedad donde acogieron a decenas de niños, financiando la obra de las más diversas formas. En 1930 los Estatutos se modificaron para crear además “un anexo para españoles ancianos de más de sesenta años que se hallen físicamente imposibilitados”. Al año siguiente, se incorporaron al directorio algunos varones como asesores, aunque siempre en minoría, estatus legal que se ha mantenido hasta hoy.

En 1935 compraron los terrenos de calle Alcántara, en Las Condes, y con la colaboración de buena parte de la colonia, se logró en 1941 terminar la obra gruesa del edificio principal, al que se irían uniendo nuevos pabellones, que darían paso –a fines de 1946– al actual Hogar Español.

Un año antes, el gobierno español le había concedido a Margarita Ferrer la Gran Cruz de Primera Clase de la Orden Civil de Beneficencia.

Sin duda, detrás de este Hogar estuvo ella, quien durante veintisiete años lo presidió, y desde 1948 hasta 1958 continuó como directora, siendo designada ese año Presidenta Honoraria. Mientras su salud se lo permitió, fue una activa asesora del directorio hsta 1970, falleciendo a mediados de 1973.

El Hogar Español –institución que enorgullece a la colectividad y a España– es la suma de muchas voluntades y contribuciones puestas al servicio de un noble ideal de solidaridad. Sin embargo, fue el liderazgo indiscutible, la acción decidida y el empuje constante de su fundadora, acompañada de otras voluntariosas mujeres, lo que llevó a la institución a destacarse y trascender en el tiempo. Hogar Español se apresta a celebrar su centenario el año 1916 y la impronta indeleble que marcó en la institución su fundadora se mantiene vigente.

Publicado enRevista Estadio Español nº 10 (Octubre, 2015): pág. 2. Editada por Estadio Español de Las Condes.

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PADRE JOSÉ GOYENA SARALEGUI: UN PASTOR Y EDUCADOR EN CHILE (Tafalla, Navarra, 1924-Santiago de Chile, 2012)

Por Juan Antonio García-Cuerdas

La huella que el padre Goyena dejó en Chile durante largas décadas de estadía, es indeleble.  Y no es sólo porque la zona de acceso a la capilla de nuestro Estadio sea hoy un Paseo que lleva su nombre, o que figure en el cuadro de honor de los rectores de los colegio Calasanz e Hispano-Americano o incluso que haya sido durante más de tres décadas el capellán de la colectividad española. Es que además el padre Goyena logró ganarse un lugar preferente en el corazón y el afecto de muchos de quienes le conocimos.

Un escritor decía que sólo mueren las personas que queremos, las demás simplemente… desaparecen. Y la muerte del padre Goyena fue muy sentida porque era un hombre querido por muchos, tanto dentro de la colectividad española como fuera de ella. Su sencillez y cercanía, su profunda espiritualidad cristiana y su labor de acompañamiento en la vida de personas y familias le granjearon el cariño sincero de quienes se acercaron a el.

Había nacido en la localidad navarra de Tafalla el 9 de agosto de 1924 siendo el menor de cuatro hermanos nacidos en una familia de profundas convicciones cristianas, formada por Fermín Goyena y Marcelina Saralegui. Los difíciles años que se vivían en la España rural de la época y el ejemplo de Patxi, su hermano mayor que ya había ingresado a la Congregación de los Padres Escolapios, lo impulsaron a seguir la vida religiosa a los doce años, incorporándose al Colegio Escolapio de Tolosa (País Vasco). Inició así un periplo formador que lo llevaría por Orendain, Albelda de Iregua, Bilbao y finalmente Vitoria, donde fue ordenado sacerdote en 1947 con casi veintitrés años de edad.

Preparado para comenzar su misión pastoral, se embarcó en el puerto de Barcelona el 10 de febrero de 1948 con destino a Santiago de Chile, donde llegó veintiún días después. Aquí se incorporó como profesor a los colegios Hispano-Americano y Calasanz, en los que dedicó gran parte de su vida a la formación espiritual e intelectual de sus alumnos. En varias ocasiones ocupó la Rectoría de ambos colegios, marcando durante décadas su personal impronta en ambas instituciones.

En estos colegios puso especial énfasis en estimular las actividades deportivas, y el mismo se transformó en un entusiasta hincha de la Unión Española, a la que seguía asiduamente en las tardes de domingo en el Estadio Santa Laura. Al poco andar la filatelia pasó a ser también otra de sus pasiones, llegando a coleccionar algo más de cincuenta mil sellos. Durante los primeros años en Chile sus retornos a Tafalla fueron esporádicos, pero en los últimos eran casi anuales. Allí se sentía feliz visitando a sus sobrinos y amigos y caminando por las calles de su infancia. No obstante, contaba que la partida, primero de sus padres y luego de sus hermanos, las había  vivido con tristeza a la distancia.

El año 1981 comenzó a ejercer como capellán de Estadio Español, en reemplazo del fallecido padre Fermín Maeztu, también escolapio y navarro. Así fue que lo comenzamos a ver con frecuencia no sólo en la capilla del Estadio, también en acontecimientos de todo tipo. Prontamente sus virtudes humanas y su magisterio pastoral le granjearon el cariño de los fieles. Como orador sagrado sus prédicas eran coloquiales y didácticas, con lenguaje llano apelaba a la bondad intrínseca del ser humano, esa que brotaba de su interior espontáneamente. Sus sermones dominicales nos recordaban a los de aquellos buenos párrocos rurales de la España profunda. Y no se crea que estaban exentos de estilo y belleza en el lenguaje y de fuerza en el mensaje. Poseía gran capacidad de observación de la vida y de los seres humanos, por lo que no se quedaba en ejercicios intelectuales abstractos, prefería concentrarse en el realismo de la cotidianeidad. Y así fue como llegaban con confianza a el, unos para que bautizase a su hijo o nieto, otros para que casase a su hijo, o para que celebrase un misa de difunto. Las colectividades regionales lo buscaban para que celebrase la misa el día de su fiesta. Ahí estaba también bendiciendo las nuevas obras en nuestro Estadio o presenciando la presentación de un libro. Llegó a formar parte del paisaje habitual de nuestra institución con su presencia y una energía que parecía incombustible.

Más de sesenta años dedicados a la enseñanza y tres décadas de capellán de Estadio Español y luego de la Colectividad Española, junto a su ascendiente moral, lo convirtieron en un pilar de la espiritualidad y del hispanismo en nuestro Estadio. Recibió en vida el reconocimiento a su labor a través de condecoraciones, quizás la más importante la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica, y también homenajes de casi todas las instituciones españolas de Santiago. Sin embargo, su mayor satisfacción, como el hombre bueno y justo que fue, era el gran afecto que recibía de todos los que le rodeaban, en particular dentro de nuestro Estadio Español.   Nos dejó el 27 de septiembre de 2012 y sin duda durante su ejemplar vida hizo suyas las palabras de San José de Calasanz: “El perfume del buen religioso consiste en hacerse un vivo retrato del ejemplar de toda virtud: Jesucristo, de modo que todas sus acciones, palabras y pensamientos hagan que todos los que lo ven sientan el perfume de Cristo”.

Publicado enRevista Estadio Español nº 9 (Julio, 2015): pág. 17. Editada por Estadio Español de Las Condes.

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RECORDANDO A DON XAVIER UBACH

Por Juan Antonio García-Cuerdas

A aquellos que hemos sido socios de Estadio Español desde hace varias décadas, se nos hace fácil recordar la figura de Xavier Ubach Sabaté (Barcelona, 1917-Santiago de Chile, 2004). Le veíamos día a día recorriendo las diversas dependencias del Estadio con mirada vigilante o los fines de semana en el Casino departiendo afectuosamente con sus innumerables amigos, lo cierto es que parecía que siempre estaba ahí.

Y no podía ser de otra forma ya que durante treinta y un años consecutivos, a partir de 1959, sirvió los cargos de Director Social y Cultural, Secretario, Vicepresidente y finalmente Presidente los últimos quince años. Un verdadero récord  de permanencia en el Directorio de nuestra institución.

D. Xavier llegó a Chile en 1952 y poco después casó con Hilda (Nena) Gili Bisbal, hija de catalanes residentes oriundos de Capellades. De manera que su catalanidad la pudo plasmar familiarmente en el cultivo de las tradiciones y lengua materna con sus hijas Meritxell y Georgina y su nieto Manuel Mayo Ubach.

Sin embargo, su acendrado catalanismo lo compatibilizaba sin obstáculos con un intenso amor por lo español, y más allá, por el legado de España en América, lo que lo convertía también en un hispanista de fuste. Todos estos afectos los transmitió a su familia que siempre lo acompañó en los diversos desafíos que asumió. Porque no sólo Estadio Español supo de sus desvelos, también fue Presidente del primer Consejo de Residentes Españoles en Chile, Consejero durante cuatro años del Consejo General de la Emigración en España, Director y Vicepresidente de la Asociación de Instituciones Españolas de Chile y Director del Instituto de Cultura Hispánica.

Su paso por Estadio Español y las huellas de su gestión se han mantenido indelebles a través del tiempo y están asociadas a una gran parte de la historia de esta entidad. Desde un comienzo tuvo una clara visión, inspirada en la de los fundadores, de lo que debía llegar a ser Estadio Español y esa fue la misión que se propuso. Tendría que ser una institución que acogiese a todos los miembros de cada familia y en la que a su vez las familias se relacionasen social, cultural y deportivamente. Y ello dentro de un ambiente en que lo hispánico lo permease todo de manera sutil.

Xavier Ubach fue siempre un gran aficionado a la lectura, a los deportes y a la música, de tal manera que sus afanes directivos y sus realizaciones se orientaron primordialmente a estas áreas. Así, fueron surgiendo trinquetes renovados para la práctica del frontón, camarines, un magnífico gimnasio, una cancha de fútbol y otras obras. Las cuatro Ramas existentes hasta entonces: Tenis, Frontón, Bolera Asturiana y Bolera Burgalesa, se incrementaron gradualmente. Como Director Cultural en 1961 tuvo la feliz iniciativa de promover la ejecución de danzas españolas mediante clases de baile a cargo de su gran amigo el maestro Antonio Larrosa Andreu, embrión de lo que posteriormente sería la Rama de Danzas. Sin duda, ejerció un liderazgo positivo en que se conjugaban su modestia de hombre de bien y su espíritu realizador. Creía que Estadio Español era un obra destinada a perdurar y que ello se lograría sólo por “la acción mancomunada de muchas voluntades” a lo largo del tiempo.

Su amplia cultura autodidacta lo convirtió en un hombre ilustrado que se prodigaba en sus conversaciones participando en la “Cofradía del Buen Yantar y de la Palabra” y en los “Caballeros de la Mesa Redonda”, grupos de amigos que se reunían periódicamente. Aquellos que alguna vez recurrimos a su consejo también encontramos acogida y palabras sabias que hasta hoy agradecemos.

Como es de suponer, recibió merecidamente una gran cantidad de distinciones honoríficas de variadas instituciones a lo largo de su trayectoria, siendo las de mayor relevancia la Real Orden de Isabel la Católica y la Encomienda de la Orden del Mérito Civil, ambas concedidas por S. M. el Rey Juan Carlos I de España.

El año 2000, con motivo del 50 aniversario de la fundación, señalaba que durante sus largos años en el Directorio de Estadio Español apreció como se iba consolidando “la creación de un ente de cuerpo y alma”, anhelo principal de los fundadores y de sus continuadores. Decía sentir que flotaba en el ambiente “un aura invisible” que se percibía en el espíritu familiar que imperaba, en el trato cordial entre los socios, en la actividad cultural, en la asistencia a la misa dominical oyendo al coro, asistiendo a las actuaciones teatrales, vibrando con las danzas españolas y el folklore chileno, viendo a los niños jugar y saltar alegremente, observando la serenidad de los ancianos en su lento caminar y asistiendo como espectadores a los deportes practicados por los jóvenes. Finalmente sentenciaba: “Todo el cúmulo de estas sensaciones y vivencias, sentidas en forma íntima e intangible, nos perfilan la existencia del Alma del Estadio Español”. Ayer, tal como hoy…

Publicado enRevista Estadio Español nº 8 (Marzo, 2015): pág. 2. Editada por Estadio Español de Las Condes.

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RECORDANDO A DON RUFINO MELERO (Se viene a este mundo para servir y no para ser servido)

Por Juan Antonio García-Cuerdas

Recordar a D. Rufino Melero López de Goicoechea (Navarra, 1888-Santiago de Chile, 1987) no es cosa fácil, al menos en pocas palabras. Sus datos biográficos nos dicen que emigró a Chile a los 22 años de edad, que se radicó en Valparaíso trabajando en una curtiembre para pocos años después trasladarse a Santiago donde estableció asociado una curtiembre en la calle Vivaceta la que en 1943 fue de su exclusiva propiedad. Los logros económicos de la mano de una voluntad y fe inquebrantable corrieron a parejas con la formación de una familia luego de casarse con Josefina Rodríguez Aguirrezabal, con quien tuvo cinco hijos: Paz, Isidoro, Manuel, Rosario e Isabel. 

En su larga vida, inspirada en sólidos principios cristianos, supo aunar con claro intelecto el trabajo empresarial con actividades benéficas, culturales y sociales. Desde que en 1915 asumió la presidencia del Club Ciclista Español de Valparaíso, con dinamismo y responsabilidad contribuyó más tarde a la creación y desarrollo de las más diversas instituciones filantrópicas de la colectividad española. Los gobiernos de España y Chile reconocieron sus méritos y le condecoraron, pero en el seno de la colectividad tuvo la mayor satisfacción pues en algún momento se le paso a considerar como un patriarca, un primus interpares. El hombre sabio y bueno capaz de aconsejar y orientar a la acción a sus iguales.

De las muchas instituciones a las que sirvió dos concentraron sus mayores afanes, Estadio Español y Hogar Español. Sin embargo, en Estadio Español es donde mejor quedó plasmado su espíritu visionario. Fue el tenaz impulsor de esta institución hoy insustituible destinada a que los españoles y sus descendientes pudieran mantener vivos los vínculos de la hispanidad y las tradiciones españolas con el objeto de fomentar la convivencia social y la práctica de deportes. Un 12 de octubre de 1946 fue colocada la primera piedra siendo el primer directorio presidido por D. Rufino. Cincuenta y cuatro años después el Presidente del Gobierno de Navarra descubría su busto en bronce a modo de homenaje a su fundador principal.

Dotado de una extraordinaria vitalidad y longevidad vivió sus últimos años con una capacidad física e intelectual plena de lucidez y energía, daba clases de puntualidad, siempre jovial y ocurrente paseaba por nuestro Estadio repartiendo comentarios chispeantes y dejando en claro la que era su divisa: se viene a este mundo para servir y no para ser servido.

Publicado en: Revista Estadio Español nº 7 (Octubre, 2014): pág. 2. Editada por Estadio Español de Las Condes.

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VILLOSLADA DE CAMEROS: EL PUEBLO RIOJANO QUE APORTÓ MAYOR NÚMERO DE INMIGRANTES A CHILE

Por Juan Antonio García-Cuerdas

La provincia y Comunidad Autónoma de La Rioja se encuentra en el tercio norte de la península Ibérica. En sus 5.045 km2 de extensión alberga una población de 323.000 habitantes (2012), distribuidos en dos zonas geográficas con clara individualidad. Una, discurre en paralelo al río Ebro y conforma su límite norte. Destaca por su fértil llanura de clima acogedor, y con el paso de las estaciones cobija viñedos y huertas coloreadas entre el verde y el ocre. La otra, en la parte sur confinando con Soria, es una comarca montañosa y de geografía abrupta, con alturas por sobre los 1.000 m, bosques profusos y nieves perennes en las cimas.

Esta última, desde tiempos remotos, es conocida como la Sierra de Cameros-Demanda. Dentro de sus lindes se despliegan sobre las laderas de los montes una cincuentena de pétreos pueblos y aldeas, algunos, los más recónditos, ya abandonados. La crianza de la oveja merina y la fabricación de telas impulsaron la prosperidad de la comarca durante varios siglos, pero la revolución industrial condujo a la crisis a estas actividades artesanales y pre-capitalistas. Desde mediados del siglo XIX, sus habitantes comenzaron a emigrar a otros destinos buscando mejorar su bienestar económico. En una primera etapa se dirigieron hacia las cálidas tierras extremeñas y andaluzas. Y desde fines del mismo siglo, el destino fue el cono sur americano, Chile y Argentina. Desde la década de 1880 y hasta 1950, poco más de dos mil cameranos se radicaron en nuestro país. El pueblo que más inmigrantes aportó a este proceso fue Villoslada de Cameros. Un total de 227 personas, mayoritariamente jóvenes y adolescentes, se radicaron en Chile para dedicarse al negocio maderero y al comercio. Los pioneros fueron Pedro Zabala Sánchez-Lollano, fundador de una barraca de maderas en la Avenida Alameda de Santiago, y su primo y socio Guillermo Larios Zabala, que le sucedió en la dirección. Este último transformó la barraca, a fines del siglo XIX, en una gran empresa con sucursales, bosques propios y goletas para trasladar la madera desde el sur de Chile a la zona central.

(Flickr: autor: Juanje Orío)

La expansión de la compañía motivó la llamada e incorporación de parientes y vecinos del mismo pueblo. Comoquiera que estos terminaban independizándose, llamaban a otros parientes y así sucesivamente. Hacia 1950, más de una veintena de barracas tenían propietarios de este origen. Y un puñado de estas empresas marcaban la pauta en la industria forestal chilena: BIMA, RALCO, MAGOSA, MADESAL, Aserraderos Andinos, etc., efectuando un gran aporte al desarrollo de ella en el país.

Paralelamente a sus actividades económicas, los villosladenses tuvieron una intensa participación en las instituciones de la colectividad española. Cabe recordar a Emilia Fernández Puente y a Julia Hueto Maté, presidentas del Hogar Español; a Miguel Lacámara, presidente del Círculo Español y de la Sociedad Benéfica Provincia de Logroño; a Francisco Lacámara Ruiz, presidente de la Sociedad Española de Beneficencia; a Juan González Hernández, presidente del Círculo Español y de la AIECh; a Félix Gil, presidente de la Unión Española, y a otros tantos que anónimamente se incorporaron en los directorios de estas y de otras instituciones.

Sin embargo, más destacable aún es el estrecho vínculo espiritual que este grupo humano ha mantenido con su pueblo desde hace más de un siglo. De ello dan testimonio la creación de la Sociedad Protectora de Villoslada y, hoy en día, del Comité de Villoslada en Chile, gestores de diversas donaciones a su pueblo, como la Fuente Chilena y la Plaza Chile, entre otras. Asimismo, el patrocinio de la principal fiesta de la localidad, conocida como la Caridad Grande, ha sido asumido de manera casi invariable desde hace décadas por alguna familia radicada en nuestro país. Cabe concluir que este grupo de inmigrantes demostró cabalmente que junto con lograr, no sin dificultades, el bienestar económico en tierra ajena, era posible también trabajar por la colectividad residente y por el bien de sus paisanos en España. Comportamiento que en definitiva les honra a ellos y a su patria.

Publicado enRevista Estadio Español nº 7 (Octubre, 2014): pág. 15. Editada por Estadio Español de Las Condes.

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JOSÉ MARÍA VIGUERA IZURIETA (expresidente de la Sociedad Benéfica La Rioja de Chile y un inolvidable riojano de pro)

Por Juan Antonio García-Cuerdas

José María Viguera Izurieta, o Choche, como le conocíamos todos, nació en Ortigosa de Cameros en 1933. Llegó a Chile cuando apenas se empinaba sobre los catorce años de edad junto a sus padres y hermanos, para radicarse definitivamente en este país. Los primeros años fueron de mucho trabajo y esfuerzo hasta que el grupo familiar logró independizarse comercialmente y establecer con gran éxito la casa Iregua, que llegaría a ser una acreditada marca de venta de menaje, cristalería y regalos para novios que perdura hasta hoy.

El rigor del trabajo diario no le impidió practicar la pelota vasca en los frontones del Estadio Santa Laura y luego del Estadio Español, donde lució su destreza muchos fines de semana. Tampoco afinar su garganta y cantar unas encendidas jotas, que en todos los encuentros sociales eran pedidas por los asistentes para cerrar una fiesta que fuese digna de ser recordada. Él estaba siempre dispuesto a participar y colaborar en lo que viniera, con una alegría y un carisma que le granjeaban amigos por donde quiera que fuese.

Era un enamorado de su tierra riojana y de su pueblo, donde viajaba con la mayor frecuencia que podía junto a la Juanita, su mujer. Allí en La Rioja, y sobretodo en la Sierra de Cameros, era un personaje conocido en variados ámbitos. Gozaba incluso de la especial consideración de las autoridades principales de la provincia, fueran de uno u otro bando político, pues Choche estaba por encima de banderías o partidismos. Era un riojano en estado químicamente puro.

Entrado en la cincuentena decidió abandonar el día a día en sus negocios e integrarse en las actividades de la colectividad riojana, primero como director en 1984, luego como vicepresidente entre 1985 a 1990 y finalmente como presidente de la Sociedad Benéfica La Rioja entre los años 1990 y 1995.

Su desempeño esos años fue sobresaliente, se convirtió en un líder emprendedor, lleno de ideas y de energía que nos transmitía a los que estábamos a su lado. Supo vislumbrar con claridad que el desarrollo de la colectividad riojana debía vincularse al Estadio Español y proyectarse en su interior. Al asumir como presidente en 1990 se impuso como objetivo principal que los riojanos tuviesen una casa propia al interior de esa institución. Con este fin se acercó al entonces presidente de la Comunidad Autónoma de La Rioja, José Ignacio Pérez Sáenz, para solicitarle el apoyo económico de esta, con el fin de edificar un inmueble, encontrando rápido eco en aquél. A mediados de septiembre de 1991, con el financiamiento asegurado, se colocó la primera piedra. Fue una entrañable ceremonia, en que se utilizó zurracapote para la mezcla del cemento, simbolizando la mixtura de culturas y voluntades que se daban la mano en esa ocasión. Casi un año después, en noviembre de 1992, se celebró en el Estadio Español de Santiago de Chile el Segundo Congreso Mundial de Centros Riojanos, oportunidad en la que se procedió a la inauguración del así denominado Rincón Riojano, que hacía realidad los anhelos de un grupo de soñadores y de toda una colectividad.

Un cuarto de siglo ha pasado desde entonces, y los que fuimos parte de ese esfuerzo conjunto recordamos de manera entrañable a aquellos que ya no nos acompañan, pero especialmente a Choche, fallecido en 2007, quien fue alma, brazo y corazón de esa iniciativa.

Si la verdadera muerte es el olvido, seguiremos recordando a Choche aún por largo tiempo mientras resuena en nuestra mente su voz recia y profunda cantando “… ese toro enamorao de la luna…” y sobretodo aquella otra “… fina y galana, la virgen de Valvanera…”.

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Publicado en: Revista Anuario La Rioja, nº 88 (Septiembre, 2018): p. 4. Editada por la Sociedad Benéfica La Rioja de Chile.

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ANTONIO CREUZ FONT, EL INMIGRANTE ESPAÑOL QUE GANÓ LA PRIMERA MARATÓN OFICIAL DE CHILE EN 1909

Durante tres años fue el atleta de fondo y medio fondo más veloz en las pistas chilenas y se convirtió en una figura pública

En España se le reconoce oficialmente como el primer “maratoniano” y “mediomaratoniano” español

Por Juan Antonio García-Cuerdas

El año 1889 Mallorca se vio convulsionada por una severa crisis agraria cuyas consecuencias recayeron principalmente sobre la población rural de la Isla. Las expectativas económicas se tornaron sombrías y con posibilidades de agravarse aún más. La familia Creus Font, residente en Hostalets, entonces un suburbio agrícola de Palma de Mallorca y hoy un barrio integrado en la ciudad, tomó la decisión de buscar un mejor porvenir emigrando fuera de la Isla. Coincidió esta coyuntura con la presencia de agentes del gobierno chileno que se hallaban en Palma contratando inmigrantes por mandato de este, el que ofrecía pasajes subsidiados para asentarse en el país. Siendo este factor determinante para que fuese Chile el destino elegido por la familia. A mediados de 1890 ya se encontraban establecidos en Santiago Juan Creus junto a su mujer, Bárbara Font, y sus cuatro hijos de corta edad: Juan (1880), Margarita (1884), Ángela (1886) y Antonio (1888).

El acomodo al nuevo horizonte de vida y trabajo en Chile fue laborioso y no exento de dificultades. Juan Creuz (así, con una zeta final, quedó inscrito el apellido en el Registro Civil chileno), con la ayuda de su hijo mayor, logró establecer una carpintería que derivó más tarde en un taller de reparaciones de carruajes y carrocerías en el barrio Independencia. El domicilio familiar lo establecieron en la calle Campo de Marte, actual Almirante Latorre (en Santiago poniente).

El menor de los hijos, Antonio, siendo un joven adolescente, comenzó a desarrollar sus innatas habilidades atléticas ejercitándose en el Parque Cousiño (hoy Parque O’ Higgins), situado a corta distancia de su hogar. Durante la semana las prácticas extenuantes se repetían día tras día. Los domingos participaba en competencias amateur, que lo llevaban en ocasiones a correr por calles adoquinadas y rutas pedregosas de Santiago y sus alrededores. Paulatinamente se fue transformando en un insuperable corredor de fondo y medio fondo. 

           El año 1908 ganó la denominada marathon a Maipú, si bien la distancia era inferior a la oficial. El mismo año ganó otra prueba de 32 km en el picadero de la Quinta Normal, batiendo a Martiniano Becerra, el hasta entonces campeón chileno. El reconocimiento público y oficial del liderato de Creuz llegaría en enero de 1909, luego de su participación en los primeros “Juegos Olímpicos” chilenos, desarrollados en el Parque Cousiño y el Club Hípico. La principal prueba atlética fue la de cross country con obstáculos sobre 10.000 m, que ganó, venciendo otra vez a Becerra, quien poco después decidió retirarse de las grandes pruebas, “abandonando en manos de Creuz el campeonato de Chile”. No obstante, la consagración definitiva de Creuz se produciría el domingo 2 de mayo de 1909, cuando corrió la primera maratón oficial chilena sobre la distancia de 42 km en el Hipódromo Chile. Ese día un gran número de espectadores llenó las gradas para animar, junto a la banda del regimiento Pudeto, a los mejores fondistas del país. A las 2 p.m. se dio inicio a la prueba. Creuz partió en posiciones secundarias y luego de las primeras vueltas tomó la delantera, que mantuvo hasta el final de la carrera, convirtiéndose en el primer ganador de una maratón oficial local.

Vista de las tribunas del Hipódromo Chile, donde se corrió la primera maratón oficial chilena en 1909

El siguiente año, 1910, sería un período pleno de festejos para Antonio Creuz que ganó diversas pruebas, desde “el record de la hora” hasta carreras sobre 10.000 m y sobre una milla. Creuz, para entonces, reinaba sin contrapeso en el atletismo local. La siguiente maratón oficial la corrió el 24 de mayo de 1910 en Buenos Aires, en el marco de los llamados “Juegos Olímpicos del Centenario”. Fue la primera maratón oficial argentina y se efectuó en la Sociedad Sportiva de la ciudad. Participaron ocho corredores de cinco nacionalidades, entre ellos destacaba el italiano Dorando Pietri, “campeón sin corona” en la maratón de los Juegos Olímpicos de Londres en 1908 y una celebridad internacional, quien a la postre se llevó la victoria con la mejor marca de su carrera, 2h 38’ 48”. En segundo lugar quedó Creuz con 2h 45’ 04”. Cuatro días después, el 28 de mayo, ante veinte mil espectadores, nuevamente se enfrentaron en una media maratón de 20 km, que también ganó el italiano con 1h 11’ 37”, seguido por Creuz con 1h 14’ 15”.

Participantes en los “Juegos Olímpicos del Centenario” de Buenos Aires (1910) en el punto de largada. A la extrema izquierda aparece Antonio Creuz

Era tal la fama de Creuz que durante enero de 1911 recorrió el norte de Chile, junto con el reconocido fondista Martiniano Becerra, efectuando exhibiciones competitivas en varias ciudades con gran éxito de público. Sin embargo, estando en su plenitud física, inició su paulatino alejamiento de las competencias atléticas, que se materializó en 1912. Sus obligaciones laborales en una fábrica de zapatos y la formación de una familia (sería padre de cuatro hijos), le restaron posibilidades de entrenar y mantener un primer nivel competitivo. Pocos años después se estableció con una bodega de venta mayorista de papas en el sector de la Vega central de Santiago.

A pesar de ser hoy un virtual desconocido, Antonio Creuz se ganó un lugar en la historia de las competencias atléticas chilenas y españolas. Óscar Fernández, en la revista Atletismo Español de la Real Federación Española de Atletismo (nº 684, 2015), señala que Creuz “el año 1909 se convirtió en el primer maratoniano español al vencer en la primera edición de la maratón de Santiago de Chile” (En España la primera maratón se efectuó en Barcelona el año siguiente, enero de 1910). Prosigue la publicación, “Creuz se enfrentó directamente y en dos ocasiones con Dorando Pietri, el atleta más mediático de la época, y en ambas sucumbió, pero sus resultados son de un altísimo nivel”. Su marca en 1910 fue 2h 45’:04 (la onceava mundial ese año según la Association of Road Racing Statisticians), dos años antes, el oro olímpico en la maratón de Londres de 1908 se había ganado con 2h 55’:18”.

La logros de Creuz en la historia del atletismo local lo encumbraron a lo más alto durante varios años y dejaron una huella indeleble en el deporte chileno y español. Que estas breves líneas sirvan para reconocer a este inmigrante hispano que como muchos otros, en tantas y tan variadas áreas de la realidad chilena, aportaron al desarrollo del país en esta época contemporánea.

Fuentes: Entrevista a D. José Antonio Creuz Vargas.
A. Acevedo y J. Gálvez, Plaza y la Marathon: historia completa de la maratón en Chile…(Santiago: Nascimento, 1928).
Claudio Herrera, “La desconocida historia del primer maratón realizado en Chile”, El Mercurio, 5 de septiembre, 2015.

Publicado en: La Gaceta Digital nº9 (Septiembre, 2021): p. 4, editada por AIECh (Asociación de Instituciones Españolas de Chile).

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Mi libro más significativo, la Obra Completa de Gonzalo de Berceo, primer poeta conocido en lengua castellana

Mi pasión por los libros y la lectura, junto a una gran curiosidad intelectual, vienen desde niño. Fue una suerte que mis padres detectaran estos intereses y los fomentaran a temprana edad. Siendo ya estudiante universitario, a mediados de la década de 1970, comencé a acudir a las librerías de viejo del sector Merced/Lastarria. Recuerdo de esa época con especial agrado a don Gustavo Bartolini, propietario de la Librería Técnica USA, situada en la calle Lastarria, la que frecuentaba para hojear, seleccionar y comprar en cómodas cuotas aquellos libros que me atraían, los que por entonces se enfocaban principalmente en el derecho y en la historia de Chile y de España.

A inicios de los ochenta estuve residiendo por segunda vez en Madrid y en La Rioja. Durante esa estadía visité de manera habitual librerías, ferias y bibliotecas, y definí intuitivamente el objetivo principal de mis futuras andanzas urbanas en búsqueda de libros. Centrando mi atención en aquellos referidos a la historia, etnografía, lingüística, etc., de las tierras donde vivieron mis padres y demás antepasados, enfocándome en La Rioja de manera primordial y en Navarra y el País Vasco, todos territorios que siglos atrás formaron parte del antiguo reino de Navarra. Unos años después me orienté, también, hacia los libros relacionados con la migración española hacia Chile entre 1818 y 1950. Comencé así a formar una biblioteca que, con el tiempo, me sería de gran utilidad para escribir algunos de mis propios libros.

Diccionario trilingüe del castellano, vascuence y latín. Publicado en dos volúmenes por el padre Manuel de Larramendi en San Sebastián (1° edición, 1745). Se le considera como el primer hito de la lexicografía eusquérica.

Un autor cuya creación literaria me llamó poderosamente la atención entonces, fue Gonzalo de Berceo (Berceo, La Rioja, c. 1195-San Millán de la Cogolla, La Rioja, c. 1260), primer poeta conocido en lengua castellana y uno de los principales representantes del mester de clerecía. Tengo en mi poder varios libros, ediciones en rústica de mediados del siglo XX, con algunas de sus composiciones poéticas. Pero además poseo una edición magna en tapa dura de 1.092 páginas con su Obra completa, publicada en 1992, la que me obsequió el que era entonces cronista oficial de La Rioja, el estimado y recordado p. Felipe Abad León. Si bien es una publicación “reciente”, tanto por la significación histórica del escritor para la lengua castellana como por sus resonancias personales, es un ejemplar insoslayable en mi devenir bibliófilo.

Busto de Gonzalo de Berceo, situado en Berceo, localidad natal del poeta. (Foto: Carlos Sieiro-Pigmentoazul, 2008, Wikimedia Commons, CC BY-SA 4.0).

Gonzalo de Berceo fue un clérigo que se educó, escribió y vivió gran parte de su vida en el monasterio de San Millán de la Cogolla (son dos edificios, San Millán de Suso que fue erigido en el siglo VI y San Millán de Yuso, que lo fue en el siglo XI), distante poco más de un kilómetro de Berceo, su pueblo natal, del que tomó su nombre. De su obra se conservan diez textos, organizados en estrofas de cuatro versos alejandrinos de catorce sílabas y rima consonante uniforme. Fueron escritos en el romance castellano de la época, tal como lo manifiesta el autor al inicio de la Vida de Santo Domingo:

Quiero fer una prosa en romanz paladino
en cual suele el pueblo fablar con so vecino
ca non so tan letrado por fer otro latino,
bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.

El poeta, con natural sencillez, declara que no es lo suficientemente versado para escribir en latín y que por ello escribe en el lenguaje llano y claro “en cual suele el pueblo fablar con so vecino”. Con igual campechanía agrega que beberá un vaso de buen vino antes de iniciar la tarea, costumbre que era muy propia de la gente del campo de esta región antes de iniciar las labores diarias, hasta hace pocas décadas atrás.

La zona geográfica en que se situaban la localidad de Berceo y el monasterio de San Millán, que hoy pertenece a la Comunidad Autónoma de La Rioja, fue durante los siglos X al XII un territorio fronterizo del reino navarro cuya posesión le fue disputada por Castilla, hasta entrar definitivamente en la órbita de esta última. Por entonces, las lenguas que se utilizaban en el lugar alternaban entre el latín escrito de los monjes copistas del monasterio, el dialecto romance hispánico utilizado en el habla diaria (derivado del latín vulgar o popular) que era ya un balbuceante castellano y el vasco.

Monasterio de San Millán de Yuso, La Rioja. Erigido el siglo XI y reconstruido el XVI. (Foto: Santiago López-Pastor, 2018, Flickr, CC BY-SA 2.0).

San Millán fue un importante centro cultural medieval que dispuso de un scriptorium (escritorio) en el cual los monjes se dedicaban a la lenta y fatigosa labor de copiar e ilustrar textos manuscritos con el fin de incrementar la biblioteca monacal y facilitar su uso a aquellos que requerían estudiar, rezar o predicar. Esta biblioteca logró reunir una importante colección de códices de los siglos VIII al XI, incrementando sus fondos en los siglos siguientes con ediciones raras, ejemplares casi únicos y valiosos incunables.

El monasterio de San Millán de la Cogolla jugó un rol trascendental en la configuración inicial del idioma castellano. Entre sus códices, el más conocido es el Aemilianensis 60, un manuscrito creado hacia el siglo IX cuyo interés se debe a que contiene las denominadas Glosas Emilianenses, más de mil en latín, romance y vasco. Las glosas son anotaciones escritas al margen de un texto para explicarlo o comentarlo. La glosa 89 es el primer testimonio (fines del siglo X) en el que se utiliza el romance popular para escribir una oración completa con estructura literaria (no son solo palabras sueltas), romance que ya se corresponde con algunas de las características propias del castellano. Asimismo, en otras dos glosas del códice mencionado, aparecen los vestigios más antiguos de palabras escritas en euskera.

NOTA

Reseña publicada en la página web bibliofilos.cl de la Sociedad de Bibliófilos Chilenos (sección Socios y Colecciones) en enero de 2021.

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