Mi pasión por los libros y la lectura, junto a una gran curiosidad intelectual, vienen desde niño. Fue una suerte que mis padres detectaran estos intereses y los fomentaran a temprana edad. Siendo ya estudiante universitario, a mediados de la década de 1970, comencé a acudir a las librerías de viejo del sector Merced/Lastarria. Recuerdo de esa época con especial agrado a don Gustavo Bartolini, propietario de la Librería Técnica USA, situada en la calle Lastarria, la que frecuentaba para hojear, seleccionar y comprar en cómodas cuotas aquellos libros que me atraían, los que por entonces se enfocaban principalmente en el derecho y en la historia de Chile y de España.
A inicios de los ochenta estuve residiendo por segunda vez en Madrid y en La Rioja. Durante esa estadía visité de manera habitual librerías, ferias y bibliotecas, y definí intuitivamente el objetivo principal de mis futuras andanzas urbanas en búsqueda de libros. Centrando mi atención en aquellos referidos a la historia, etnografía, lingüística, etc., de las tierras donde vivieron mis padres y demás antepasados, enfocándome en La Rioja de manera primordial y en Navarra y el País Vasco, todos territorios que siglos atrás formaron parte del antiguo reino de Navarra. Unos años después me orienté, también, hacia los libros relacionados con la migración española hacia Chile entre 1818 y 1950. Comencé así a formar una biblioteca que, con el tiempo, me sería de gran utilidad para escribir algunos de mis propios libros.
Gonzalo de Berceo fue un clérigo que se educó, escribió y vivió gran parte de su vida en el monasterio de San Millán de la Cogolla (son dos edificios, San Millán de Suso que fue erigido en el siglo VI y San Millán de Yuso, que lo fue en el siglo XI), distante poco más de un kilómetro de Berceo, su pueblo natal, del que tomó su nombre. De su obra se conservan diez textos, organizados en estrofas de cuatro versos alejandrinos de catorce sílabas y rima consonante uniforme. Fueron escritos en el romance castellano de la época, tal como lo manifiesta el autor al inicio de la Vida de Santo Domingo:
Quiero fer una prosa en romanz paladino
en cual suele el pueblo fablar con so vecino
ca non so tan letrado por fer otro latino,
bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.
El poeta, con natural sencillez, declara que no es lo suficientemente versado para escribir en latín y que por ello escribe en el lenguaje llano y claro “en cual suele el pueblo fablar con so vecino”. Con igual campechanía agrega que beberá un vaso de buen vino antes de iniciar la tarea, costumbre que era muy propia de la gente del campo de esta región antes de iniciar las labores diarias, hasta hace pocas décadas atrás.
La zona geográfica en que se situaban la localidad de Berceo y el monasterio de San Millán, que hoy pertenece a la Comunidad Autónoma de La Rioja, fue durante los siglos X al XII un territorio fronterizo del reino navarro cuya posesión le fue disputada por Castilla, hasta entrar definitivamente en la órbita de esta última. Por entonces, las lenguas que se utilizaban en el lugar alternaban entre el latín escrito de los monjes copistas del monasterio, el dialecto romance hispánico utilizado en el habla diaria (derivado del latín vulgar o popular) que era ya un balbuceante castellano y el vasco.
San Millán fue un importante centro cultural medieval que dispuso de un scriptorium (escritorio) en el cual los monjes se dedicaban a la lenta y fatigosa labor de copiar e ilustrar textos manuscritos con el fin de incrementar la biblioteca monacal y facilitar su uso a aquellos que requerían estudiar, rezar o predicar. Esta biblioteca logró reunir una importante colección de códices de los siglos VIII al XI, incrementando sus fondos en los siglos siguientes con ediciones raras, ejemplares casi únicos y valiosos incunables.
El monasterio de San Millán de la Cogolla jugó un rol trascendental en la configuración inicial del idioma castellano. Entre sus códices, el más conocido es el Aemilianensis 60, un manuscrito creado hacia el siglo IX cuyo interés se debe a que contiene las denominadas Glosas Emilianenses, más de mil en latín, romance y vasco. Las glosas son anotaciones escritas al margen de un texto para explicarlo o comentarlo. La glosa 89 es el primer testimonio (fines del siglo X) en el que se utiliza el romance popular para escribir una oración completa con estructura literaria (no son solo palabras sueltas), romance que ya se corresponde con algunas de las características propias del castellano. Asimismo, en otras dos glosas del códice mencionado, aparecen los vestigios más antiguos de palabras escritas en euskera.
NOTA
Reseña publicada en la página web bibliofilos.cl de la Sociedad de Bibliófilos Chilenos (sección Socios y Colecciones) en enero de 2021.